viernes, 17 de diciembre de 2010

De abuelos, bisabuelos, tatarabuelos...

"Mateando al sol", foto de Gustavo Depaoli


El mito del progreso nos permite escapar hacia adelante. Recuerdo todavía el largo chiste del chaqueño Landriscina en que un turista norteamericano, con espíritu emprendedor, aborda a un colla que está durmiendo bajo un árbol a la vera de un huellón de tierra en el Norte argentino, mientras pastan sus cabras entre los yuyos duros, y sin comprender su pachorra, le propone vender algunas cabras, con el producido comprar una camioneta, luego una granja, producir carne de cabra congelada para exportación, productos lácteos de cabra para colocar como delicatessen en diversas ciudades, etc. Y el colla a cada nuevo progreso productivo le pregunta: "y para qué". Y al final de la larga perorata, que lo coloca en el sitial de un poderoso empresario, el yanqui le dice: "porque así usted podrá finalmente dedicarse a descansar", a lo que el otro responde: "¿y qué estoy haciendo?".

Algo parecido ocurre con los mitos de la modernidad. Mientras que los griegos comprendieron nuestra tragedia como humanos, seres dotados de la increíble bendición de la previsión, de la capacidad de anticiparse (que los científicos coinciden en que es el rasgo humano distintivo), que paralelamente -como es natural- es una maldición, la de ser los únicos seres de la existencia que conocemos el final de la película, que sabemos que nuestro destino es la muerte, que la vida es una permanente y segura derrota, y que en esa lucha con final trágico inevitable, en la forma en que se lleva adelante, en la dignidad con que se batalla para perder con estilo, está la clave de todas las cosas (y sólo así uno se explica la gesta de las Termópilas, por ejemplo); los modernos prefieren hacer de cuenta que la muerte no existe, o que ella es evitable y se conjura con el progreso.

Ya desde Condorcet, en los albores del pensamiento moderno, nuestra utopía verdadera, sincera y última pasó a ser la de suprimir la muerte, en sucesivos avances que siempre son postergaciones: la idea de que progresivamente vamos a vivir más, hasta llegar a una instancia en que seremos eternos... De todo esto ya he hablado (cliquear) en otra parte (cliquear), así que no me extenderé.

La confianza ciega en nuestras propias capacidades (y sobre todo, en nuestras reales posibilidades) ha llevado a sostener el mito del progreso. La idea de que cualquier cosa es solucionable, y de que absolutamente todos los detalles que componen nuestra circunstancia están sometidos a la ley de la causa y el efecto. Eso por otro lado conlleva a una nueva obligación ineludible y apremiante: debemos estar híper informados. Debemos conocer todas las causas para potenciar o conjurar los efectos.

Ningún deicidio es gratuito. Es más: suele tener consecuencias catastróficas para cualquier civilización. Los romanos lo pagaron con su desaparición de la faz de la Tierra, y el único que se demostró auténticamente preocupado por nuestro destino cuando el Dios-que-ha-muerto ya empezaba a despedir mal olor, fue Nietzsche.

La secularización que plantea nuestra modernidad compendia los peores males del dogmatismo monoteísta, que la liturgia y los sucesivos parches doctrinales eclesiásticos habían aplacado, a la par que laiciza conceptos escatológicos y soteriológicos. Los últimos, a través de la redención grupal materializada en condiciones de bienestar y confort. Los primeros, implicando el establecimiento de un sistema de castigos y merecimientos. Si la vida después de la vida se diluyó como esperanza con la muerte de Dios, la redención individual se da en la "vida más larga". El que se muere es porque se lo merece, porque pecó. "¿Sabés que Fulano tuvo un ACV?" "Y claro, también con la vida que llevaba..."

Seres súper-informados, cuidándose obsesivamente de pecar, a cada paso, viviendo con una constante presión, un desvelo casi histérico, su vida y la de los suyos. Miles de análisis, de diagnósticos, informaciones nutricionales, vitaminas (pero sin abusar), hipocondrías...

Yo digo, aunque es probable que me equivoque (igual, no más ni menos que otros oráculos mediáticamente sostenidos), que la generación más longeva es y será la que se está muriendo ahora. Los abuelos octogenarios, las abuelas nonagenarias. Aquéllos que nacieron en la primera y segunda décadas del siglo XX, tal vez en la tercera. Antes de la urbanización masiva, de la mecanización total, de las ciudades del automóvil, de los cálculos impositivos, de la bancarización, de los plásticos y la vida apurada. Aquéllos que se pelaban las rodillas jugando en calles de tierra, que no echaban llave a la puerta de calle, que tomaban mate en la vereda, y conocían a todos sus vecinos. Que no tenían miedo a todo, recelo, desconfianza, pánico, terror. Ellos disfrutaron de las bondades de un gran salto en la medicina. De los antibióticos, los rayos X, la salud pública y los protocolos antisépticos. Pero antes del colesterol, los oligominerales, los radicales libres, la dieta macrobiótica, los alimentos transgénicos, la masificación de los productos, los supermercados...

A continuación, les presento una canción de unos quebecoises brillantes, Mes Aïeux, que grafica perturbadoramente las consecuencias del mito del progreso. Que la disfruten.




"Es el espectáculo y la compañía de las cosas vivientes en nuestra infancia lo que nos predispone a gozar de la vida, mientras que unas calles antipáticas, cuyo único atractivo son los escaparates comerciales, predisponen a concentrar la atención en el poder de compra, predisposición que postula, como su complemento natural, una educación orientada hacia las condiciones de adquisición del poder de compra: entonces la mejor educación será aquella que permita comenzar con los salarios más elevados, con las mejores perspectivas de hacer carrera. Los placeres ofrecidos por la naturaleza son gratuitos, y en la existencia rural no había necesidad de preservar «espacios verdes» constantemente amenazados por usos del suelo más rentables. También eran gratuitos, en la existencia urbana los placeres de la calle, en tanto podía ser lugar de conversaciones, barridas ahora por el rodar y el trepidar de los automóviles. Son éstas unas pérdidas cuyo índice de crecimiento no puede, al ser índice de desarrollo, llevar signo negativo", y "vienen a acentuar la desigualdad, pierden placeres que estaban al alcance del pobre (...) y posiblemente, de estos placeres los pobres sabían disfrutar mejor que los ricos".

Bertrand de Jouvenel, La civilización de la potencia.

33 comentarios:

Destouches dijo...

El post toca un tema ciertamente urticante. Sobradamente hemos criticado aquí y en otros espacios amigos a la religión del progreso, cuyos últimos oficiantes son, precisamente, los denominados progresistas.

En la vida no existe el progreso. La existencia tiene una configuración trágica, como sabiamente apunta su artículo. La religión griega y su perenne filosofía -fundamentalmente la presocrática- constituyen el primer ejemplo de esta intuición genial. Nietzsche -quien en esto sigue a Goethe- la retomó dos mil años después, invocando la bellísima máxima latina: amor fati, amor a la fatalidad. Desde siempre, esta ha sido la fórmula de los vitalistas, de los amantes de la vida. Ocurre que se necesita mucho amor para poner todos nuestros empeños en un juego que se sabe se va a perder.

Un abrazo,

Occam dijo...

Destouches: Muchas gracias. Cierto que es un tema recurrente en nuestras noches de vodka o de ginebra... tan recurrente como la tragedia pegada a nuestro ser como una sombra. Todos llevamos la muerte dentro, y lo importante es llevarla con elegancia, con estilo. Amor fati, ciertamente es muy afortunada la frase. Encima, aúna los dos términos definitivos: el amor y la muerte. Más acertada entonces su reflexión final: quien decide ignorar la tragedia es incapaz de amar, y amar es amar la vida, amar el mundo, este mundo. Entender su diversidad, sus ciclos, su increíble variedad y sus adversidades. Será por ello que los perdedores por paliza, los perdedores totales, los extraños héroes que eligen el camino difícil (y que muchas veces serán eternizados por los cobardes como villanos), y que encuentran esas muertes legendarias, que arman un descalabro digno de ser visto por los dioses a galaxias de distancia, son tan fascinantes.

¿Le gustó la canción?

Destouches dijo...

Perdón, me había olvidado de anotarlo. La canción me pareció sencillamente maravillosa, inspiradora. Un verdadero hallazgo. Voy a tratar de conseguir un CD de estos muchachos. Gente tan joven, con ese talento y esa libertad de pensamiento, nos permite mirar el futuro con mayor optimismo, como ya apuntaba Jünger. Quizá Maffesoli tiene razón: la religión del progreso entró en su fase de declinación, y hay muchos jóvenes que empiezan a despreciar sus presupuestos.

Chofer fantasma dijo...

Ud. siempre trae a la mesa temas interesantes, gracias.

Como Ud., siento que estamos por chocar contra una pared.
La diferencia es que, quizás por extraño azar o el destino, imagino que las paredes se disuelven como niebla siempre. Acepto que es infantil.

Como lo veo: Hay una clase mundial (quizás haya un mejor colectivo que clase) cuyos bisabuelos eran labradores. Y hoy son trabajadores de los símbolos. Han reemplazado la azada por el Word, y el caballo por un subte caluroso.

Donde vamos: final abierto. Nunca antes hubo tantos con voces potencialmente escuchables. No tenemos más Homeros, pero montones de narradores nos hablan de otras travesías, de otros monstruos y de dioses dispuestos a darnos una mano ó un disgusto. Hay masa crítica para hacer una elite de sacerdotes ateos. Me parece muy relevante que un nativo de estas pampas encuentre solaz en unos quebecoises (buenos, eh) o en unos compañeros de café brasileños.

La borrachera del progreso continuo se terminó y todavía nos dura la estupefacción de la resaca.
Ya no tenemos la fascinación por las cosas que campeaba en los ’50. Hace tiempo que el átomo dejó de ser amigo nuestro. Consumimos como desesperados, pero nadie pone esperanza en ello. Tenemos la soga del ambiente al cuello, y lo sabemos.

Y mientras tanto, en ciudad gótica…Cada vez más gente encuentra poco relevante perpetuar sus genes.

A mí dejame con los chicos…

Y los que salen de pobres, y lo intentan desesperadamente casi todos, hacen caer la tasa de natalidad debajo del nivel de reposición.

Nuevamente: ¿vamos a 22 nudos hacia el iceberg?. Sí, a una humanidad como la conocimos, pero no a un nuevo experimento social.

Occam dijo...

Destouches: Después le paso bien las coordenadas del grupo, que tiene bastante éxito en el país norteamericano vecino de Canadá y de EE.UU., que los viquingos llamaban "tierra de las viñas", al punto que han interpretado Dégénération con Celine Dion en los fastos del 4to centenario de Quebec.

En cuanto a la incapacidad de la modernidad para enfrentar un tiempo que la ha superado, sugiero vea el último comentario del post anterior.

Un abrazo.

Occam dijo...

Chofer: Creo que ya chocamos la calesita, con una matriz ideológica de carácter religioso que tiene 200 años y una experimentación global empírica de sólo 60. El tema es que ya entramos en los nuevos tiempos, y todavía no nos dimos cuenta...

Un cordial saludo, y gracias por su comentario. Muy bueno. Hay mucho para decir a partir de él.

Almafuerte dijo...

La frase que comienza "Yo digo, aunque pueda que me equivoque..." me conmovió muchísimo. Tal vez porque me resuena como la organización de un montón de ideas, pareceres y sensaciones que tenía sueltas adentro pero que nunca habían sido enhebradas -y es realmente inquietante encontrar que alguien más las extrajo, las pasó en limpio con precisión y le estampó al final la conclusión que en el fondo no quería ver.

Algún eco de ese estilo de vida nos llegó de abuelos y padres, creo que alcanzamos a vivir el último coletazo por los 60 y los 70. Y no se si me molesta más la perspectiva de ser menos longevos que no haber sido capaces de vivir bien. Qué estúpidos.

Aunque creo que lo peor es la nostalgia por lo perdido. Asumir que perdimos en el plano colectivo y social, y que lo bueno que teníamos se nos fue de las manos.

Sin embargo creo que hay un margen para la esperanza. Hay ciclos de aprendizaje, hay muchos que vienen apartándose sutilmente de las tiranías del presente. Unos pugnan por subirse al tren del consumo, la modernidad y la gran urbe; pero otros les van cediendo un lugar que ya no les satisface tanto. Los cambios no hacen ruido, pero están.

Almafuerte dijo...

Algunos síntomas de ésto se ven en movimientos en general catalogados como "antimodernidad" (ecología, filosofías orientales, meditación, etc.). No se si son antimodernidad, creo que simplemente expresan insatisfacción.

El gran desafío sería aprovechar al máximo las ventajas del progreso y la tecnología, sin dejarse tragar por el vórtice. No se si existirá ese equilibrio. Seguramente ud. cree que no, pero yo por las dudas apuesto que sí.

Occam dijo...

Chofer: Vuelvo sobre su comentario. Como anticipé ayer, hay mucho que decir sobre las reflexiones o impresiones allí vertidas.
1) La que está por chocar con una pared, o en realidad ya ha chocado y se encuentra en estado de shock en el piso, sin tomar todavía conciencia de la gravedad de sus daños, quizás irreversibles, es la civilización, que arbitrariamente -o quizás no- se ha arrogado al concepto más amplio y difuso de "humanidad". Los hombres, algunos hombres, pasan a través de esas paredes de la historia. Lo que se queda, tirado, magullado, muerto casi siempre, estampado contra la pared es el concepto colectivo, el único que viabiliza la trascendencia frente al destino: "Buscas en Roma a Roma, oh peregrino, y en Roma misma a Roma no la hallas"...

2) Su intuición acerca de una clase mundial, en realidad está vinculada con una civilización, que en otra aspiración minimalista, se la denomina como un bloque, arbitraria e intencionadamente, como "Occidente". Ella ha sido afiliada, a veces por el imperio de una fuerza sutil pero implacable, en la religión del progreso, que señala una única forma de vida y desarrollo, urbana, consumista, concentrada y subordinada a estructuras empresariales o estatales altamente burocratizadas y complejas, que quitan libertad al individuo... Porque en el fondo de eso se trata. De la libertad perdida en nombre de presuntos derechos individuales ganados. La negación de los estamentos y tejidos sociales intermedios lleva a una progresiva esclavitud, sin dudas. Claro que siempre con la promesa de asegurar una libertad cada vez más flaca, teórica e improbable.

Occam dijo...

3) Hacia dónde vamos. Sinceramente, creo que nadie tiene semejante conocimiento. Tan sólo se usan líneas de análisis que presuponen la continuidad inercial de un desarrollo lineal. Pero la historia es caprichosa, y cada presente actualiza todo el pasado y pone todo el futuro en perspectiva. Es muy cierto que los factores que juegan no están regidos por la voluntad humana, sobrevalorada, aumentada en su eficacia hasta niveles mitológicos... Algún día se hablará de nosotros y de nuestra era con condescendencia.

Todo indicaría el advenimiento de tiempos aciagos para nuestra sensibilidad moderna. Tiempos de titanes. Tiempos arcaicos, similares a los anteriores a la alianza de los hombres con los dioses.

Otro cordial saludo.

Occam dijo...

Almafuerte: Cualquier movimiento "antisistema" parcial y reactivo, en general conduce al aislamiento y a la anécdota (si no es directamente funcional en algún punto, o un producto más o menos deforme, siempre potable, del mismo sistema). Es difícil que los tiempos cambien por la voluntad de los hombres. Antes bien, es una ilusión muy moderna... Los tiempos cambian porque cambian, porque la historia es caprichosa, superior e insondable para su materia prima, para los peones que no juegan al ajedrez, sino que son utilizados para jugar. Se trata, nada más, de estar preparados, para que no nos tome de sorpresa, tan inermes, infantiles, sensibles y remilgados. La historia juzga cada colapso civilizatorio no como una tragedia sino como un acontecimiento natural, inexorable e intrínseco a la propia civilización que decae y muere. Como todo ciclo (porque de ello se trata), las civilizaciones suelen ser bastante predecibles, y el esplendor y el optimismo que signan sus puntos culminantes preceden de forma inmediata a la catástrofe civilizatoria. Las grandes culturas fueron y son las que tuvieron la sabiduría o la suerte de retrasar el ciclo, lo que significa también demorar los cambios, generar una estabilidad lo más larga posible. Por ello fueron muy ritualistas y tradicionalistas. Lo contrario de una civilización sustentada en el cambio permanente como innovación, tecnológica sí como todas las anteriores, pero sobre todo social. Diríamos que no muere joven, sino que ha envejecido demasiado rápido.
También las grandes culturas fueron aquellas lo suficientemente sabias como para detectar la inminente o presente decadencia, y allí sí acelerar los cambios que permitieran una reconversión civilizatoria. Pasó con los griegos luego de Minos y Micenas, con las ciudades-Estado, y luego aún otra vez, con la visión imperial de Macedonia. Pasó con los romanos, que pasaron de una federación de aldeas monárquicas a una república agraria, a una federación imperial flexible y variopinta.
Pero uno no puede, como se vino diciendo, engañar permanentemente a la muerte, ignorar las reglas superiores de una lógica que excede nuestra limitada capacidad de racionalización, nuestros ingenuos principios de causa-efecto, de cambio controlado y de optimismo infantil. Nuestra cándida aspiración de someter lo eterno e inmanente a lo transitorio y limitado, con tantos instrumentos como los que posee la hormiga que cava su hormiguero.
En cuanto a la tecnología, yo coincido con Gray en que ella es natural y permanente. Que de hecho los mismos humanos somos una solución tecnológica exitosa de millones de microorganismos. La gran ficción, la ilusión bolacera de la modernidad, fue haber asociado un fenómeno trascendente como la técnica a un sistema político y filosófico en realidad profundamente retardatario, moralista y ramplón, de metódicos protestantes e inquietos jóvenes revoltosos, de mercaderes y pastores. Todavía creemos que el avance de la tecnología obedece al sustrato ideológico de la modernidad, cuando la verdad es lo opuesto: la tecnología avanza pese a la modernidad y sus remilgos... Salvo claro está, que consideremos que la tecnología se reduce a un tamagochi o un iPhone, que son más o menos lo mismo...

Mi más cordial saludo, y gracias por su excelente comentario.

Mensajero dijo...

Disfruto leyendo el post y los comentarios.
Poco para agregar.
Era de Principitos.
No debería ser muy complicado armar un paper en el que se argumente a favor del Derecho al Capricho.
Y algún diputado dispuesto a llevarlo a Comisión seguramente se encuentre.
Saludos.

Occam dijo...

Mensajero: Me alegra mucho que lo esté disfrutando. En realidad, yo también.
¿Es que el derecho al capricho no está ya reconocido?

Un abrazo.

goolian dijo...

Excelentes musicos los quebecois !!
Lástima que el "reel" que sigue está cortado.
Ahora bien, hablemos del progreso.
Progreso hay, ya sólo desde el punto de vista que ahora podamos escuchar y ver en video a Mes Aïeux, aunque con Celine Dion ésta última lastimosa. La tecnología ha hecho un avance geométrico en los últimos 100 años. Mi tatarabuelo se moría de Gripe y mi bisabuelo de infarto por hipertensión. Hoy ambas muertes se pueden evitar.
Pero el debate y la idea, creo tiene que ver con el progreso en lo social.
La real crítica de la canción, pero no estoy seguro de Occam, es al capitalismo actual, donde uno se convierte en un ente cosificado que sólo sirve para producir y consumir.

goolian dijo...

Sigo.
Pero la idea de una antiguedad no tan lejana, "la belle epoque", es una falacia romántica. El Ser, cualquiera sea, no se ha refugiado en un bosque de la Schwarzwald horrorizado del mercantilismo contemporáneo como hubiera querido Heidegger. Esa idea es infantilmente cercana al luddismo, me parece.
Lo que no ha evolucionado es como reza Occam, el "homo hominis lupus", seguimos siendo el predador intraespecífico más asesino e inescrupuloso.
En el paleolítico los humanos eran tribus pequeñas cuyas sociedades dependían de la caza conjunta del mamut y de la solidaridad frente al acecho de los esmilodontes.

goolian dijo...

Cuando pasamos al Neolitico las sociedades humanas crecieron exponencialmente y se produjo un fenómeno inédito, el excedente de riqueza.
Eso trajo aparejado la aparición, según algunos, de dos personajes, el sacerdote y el soldado; que desde entonces aseguraron la desigual repartición de dicho excedente.
La situación no ha cambiado mucho desde entonces a nivel social.
Sí hemos avanzado a nivel ético, poco pero avanzamos.
El código de Hammurabi y la ley mosaica fueron una primera normatización.
Luego el concepto de "agapé" de la filosofía helenistica fue "robado" por el cristianismo.
Y luego tenemos la abolición de la esclavitud y la declaración de los derechos humanos. Pero en el siglo XXI todavía hay esclavos, declarados o no, y los derechos humanos plenos rigen en sólo una parte del globo.

goolian dijo...

Lejos de mi pensamiento las ideas teleológicas de un futuro ideal.
El primitivo cristianismo prometía la venida del Reino de los Cielos y lo que apareció fue la Iglesia.
Adam Smith predijo la riqueza de las naciones lo que aparecío fue el capitalismo globalizado que mata estudiantes griegos en Atenas y esclaviza filipinos para hacer zapatillas.
Marx predijo la abolición de las diferencias de clases y lo que apareció fue el estado burocrático y asesino del estalinismo.
La nuestra es una historia de decepciones.
La verdadera revolución es individual y no tiene que ver, a mi humilde entender con pensar un pasado utòpico (que de tan reaccionario casi casi es monarquico); sino en construir la propia utopía aquí y ahora.

goolian dijo...

En defensa del progresismo.
Si ser progresista es tratar de pensar una Argentina post peronista sin clientelismos ni sindicatos sempiternos y fascistoides, lo soy.
Si ser progresista es querer un estado totalmente laico donde todas las religiones tengan injerencia sólo sobre sus feligreses en sus ámbitos específicos y no sean actores políticos, lo soy.
Si ser progresista es querer una sociedad con matrimonio de ambos sexos, con aborto y eutanasia reguladas y despenalización del consumo de drogas livianas,lo soy.
Si ser progresista es pretender que alguna vez una reforma social, agraria, impositiva o distributiva, permita la desaparición de la miseria, lo soy.
Si creer en la ciencia y la tecnología como factores de avance permanentes en nuestro entendimiento de la realidad es ser progresista, lo soy.

Occam dijo...

Goolian: Muchas gracias por su manifiesto. Una pregunta: ¿por qué sólo las drogas livianas?

Un cordial saludo.

goolian dijo...

Las drogas en general no son para todo el mundo.
Las livianas porque hacen mucho menos daño que algunas sustancias legales, como el alcohol y el tabaco y a veces incluso hasta pueden dar una visión necesaria de la realidad.
Las drogas duras casi todas son muy adictivas y dañiñas para la salud.

Occam dijo...

Le digo porque yo personalmente reniego de esa actividad tutelar de la salud individual del Estado maternalista moderno.

Casi le diría que estoy a favor de que el Estado suministre paco en forma gratuita, en centros habilitados al efecto. De tal forma, primero, se destruye el poder clandestino de los narcotraficantes; segundo, se les da contención a los adictos a una sustancia que provoca tantas secuelas irreversibles que el adicto es de casi imposible desintoxicación, e imposible recuperación con facultades mentales medianas que le permitan reintegrarse a la vida social ( ni qué decir, de la vida laboral); tercero, al ser de muy económica producción, el paco se paga solo, tan sólo con la inmediata reducción de la tasa de delitos (muertos, seguros, etc.); cuarto, la producción de la sustancia en forma oficial generaría empleo, lo mismo que la atención en los centros especiales habilitados para drogarse, etc.

goolian dijo...

Alemania en los 80's y 90's hizo algo parecido con la heroían y le fue bien.

goolian dijo...

heroína, perdón.

Y del progreso humano y mis postulados, qué opina ?

Occam dijo...

Ya ha opinado usted. Le transcribo:

El primitivo cristianismo prometía la venida del Reino de los Cielos y lo que apareció fue la Iglesia.
Adam Smith predijo la riqueza de las naciones lo que aparecío fue el capitalismo globalizado que mata estudiantes griegos en Atenas y esclaviza filipinos para hacer zapatillas.
Marx predijo la abolición de las diferencias de clases y lo que apareció fue el estado burocrático y asesino del estalinismo.
La nuestra es una historia de decepciones.


Todos sus ejemplos son de progresistas...

goolian dijo...

Occam, creo intuir que no está de acuerdo con mis apreciaciones, sobre todo las que transcribió.
La pregunta mía es, porqué ?
Siempre y cuando le interese debatir. Está en todo su derecho de ignorarme, sobre todo en su propio espacio.

Destouches dijo...

Goolian:

Discúlpeme que me entrometa en su debate con Occam, pero me parece que lo que le quiso decir es que todas las decepciones que usted menciona (y que creo Occam comparte) fueron engendradas por ideólogos que cabe calificar como progresistas. La pregunta es si hubo una desviación de esas doctrinas en los hechos, o si esas utopías, por su propio carácter de tales, estaban condenadas al desastre. Yo, personalmente (y entiendo que Occam también), me inclino por la segunda opción. Desconfío de los utopistas, cuya versión más moderna y "lavada" son los progresistas. En cualquier caso, "el camino al infierno está plagado de buenas intenciones". Un abrazo.

goolian dijo...

Destouches,
Aplicar el término "progresista" al fundador del cristianismo, al filósofo del libre mercado y al hegeliano de izquierdas que ideó el comunismo me parece forzar un poco el término.
En todo caso como bien dice usted, utopistas. Coincido con la visión pesimista de que todas las utopías mencionadas estaban destinadas al fracaso, pero los problemas siguen estando.
Muchas veces estoy tentado de pensar que el problema es lo colectivo en lo humano, porque lo individual, alguna vez; funciona.
Igual los planteos de los tres mencionados merecen ser repensados en el contexto actual. Lo que nos lleva al debate de fondo, existe el progreso humano, tanto técnico como ético y cultural o sólo somos marionetas atrapadas en el eterno retorno de una historia de injusticias y opresiones ?
Continuando con las citas del genial W. Blake, "he who desires but acts not, breeds pestilence".
(el que desea y no actúa, engendra pestilencia).

Occam dijo...

Goolian: Disculpe la concisión. Estoy enfrascado en problemas menos filosóficos, pero que exigen inmediata solución, sobre todo frente a esta ola de calor, así que, si bien estoy viviendo un eterno retorno de calamidades bíblicas, las mismas son de índole tan trivial que me las reservo.

Existen dos concepciones del tiempo, una lineal, la otra circular. La segunda es propia de los griegos, y en general, de todo el mundo antiguo. Considera que el tiempo está relacionado con la evolución general de todo el entorno conocido, desde las galaxias y la rotación y revolución de los planetas, hasta el ciclo de las estaciones, de los días y las noches, de las mareas, de los nacimientos, vidas y muertes, y más largamente, la ciencia ha comprobado que incluso la evolución del clima es cíclica, aunque sus series temporales son lo suficientemente largas como para que podamos todavía entenderlas (y en gran medida, allí reside el debate sobre el calentamiento global). Esa concepción asume el mundo tal cual es, lo abraza y lo vive integrándose a él y a sus leyes. Lo que no impide, claro, ante la constatación de lo trágico, lo inevitable, lo inaccesible e indiferente a nuestra voluntad, afrontar el sino con heroísmo. La acción se transforma para el europeo en la vía de la trascendencia, en su perder con estilo, en un cataclismo que conmueva a las estrellas. Las fogaratas de los solsticios, emulando el brillo del sol, de eminente carácter promoteico, grafican ese espíritu. Para el oriental, en cambio, la vía es la de la contemplación. Julius Evola se ha explayado acabadamente sobre ese contraste, que a él le merece el mayor de los respetos en ambos ejes (que no dejan de ser polos que interactúan, como el yin y el yang, propendiendo en el decurso a la armonía, y en tal sentido, reflejos también de otra de las leyes trágicas inmanentes e indisponibles a la capacidad humana). La primera cosmovisión oriental que comienza a odiar la vida, a atribuir a esa tragedia de la existencia un carácter maldito, es el budismo, que ya establece una primera pauta de redención, de camino al Nirvana, o sea, a la supresión definitiva y la consecución del no-ser: la omisión absoluta, la integración tan profunda al entorno hasta hacerse imperceptible.

Occam dijo...

Sobre su última cita, entonces, tenemos que el europeo tradicional desea y actúa, mientras que el oriental, sobre todo el hindú, intenta la supresión del deseo.

Luego aparecen las religiones escatológicas y soteriológicas, aquéllas que postulan doctrinas de salvación. Algunas, inclinadas a la salvación colectiva de un pueblo particularmente fiel a su dios, y por tanto elegido; otras como el cristianismo, que postulan la salvación individual. Todas esas doctrinas, de raíz monoteísta, platean la concepción lineal de la historia, desde un paraíso perdido, un largo decurso a través de un valle de lágrimas, o un desierto también de lágrimas, el ejercicio de actividades que en verdad son castigos divinos, hasta el advenimiento del juicio final, del Mesías, de la salvación, que rescata a los justos y condena a los injustos (una inmensa purga, podría decirse), y luego la bienaventuranza eterna, el fin de la historia. La historia tiene entonces introducción-nudo-desenlace. Es lineal. Es progresiva. Es progresista si encima el desenlace es utópico.

Muerto Dios, las religiones del Libro, los monoteísmos se han secularizado, y cada uno hace su interpretación de lo que significa esa redención final. Aunque acertadamente se ha señalado, que el paraíso del libre mercado de pequeños y libres comerciantes y el paraíso del comunismo final, en el marco de una plena igualdad, una vez purgados los injustos opresores y colonizado las mentes de los que quedaron a través de la dictadura del proletariado, se parecen demasiado... (Pocos valientes quedan entre los comunistas que incluso en los '70 eran todavía fervientes estalinistas -que era un auténtico credo familiar- que reconocían la dureza del régimen del Padrecito, pero lo entendían en su real dimensión teórica de etapa de transición hacia la redención, y no como la redención misma; sin embargo, así es amigos).

Occam dijo...

La superstición del progreso se basa en el postulado de la redención. Hoy estamos mejor que ayer y mañana estaremos mejor que hoy. El hombre, progresivamente embrutecido, simplificado a su más baja expresión, conectado casi exclusivamente con su deseo que en verdad ya no es suyo sino que en general es inducido, resulta ser mejor que todas las generaciones precedentes... Sí, hay demasiada soberbia en todo esto. Y soberbia dogmática, lo que se traduce en experimentación casi desintegradora:
Un progresista: -"¿Qué pasará si tiramos esa columna abajo?"
Otro progresista: -"No sé, pero seguro que habrá mucho más espacio en la sala.
Un comedido: -"Che, ¿pero no se nos caerá el techo encima?"
Los dos progresistas: -"¡Reaccionario! ¡Conservador! ¡Retrógrado!".

En fin, perdone la digresión. Yo por lo demás, le perdono a usted que se haya olvidado de todo lo que vengo compartiendo desde hace tres años... Porque muchísimo de todo esto está mejor explicado en otras partes.

Cuando tenga más tiempo, hablaré de otros fenómenos conexos, que hoy son estandartes de ese "progreso", tales como el igualitarismo, nacido de la idea religiosa cristiana de la igualdad eminente de todos los humanos y del concepto de que el alma es un atributo intrínseco, como la sangre, y no una construcción sacrificada y paulatina de ciertos seres especialmente fuertes y voluntariosos, en pos de superar las barreras que emanan justamente del deseo (aunque el deseo de superación también es un deseo, ciertamente).

Ya habrá tiempo para todo ello.

Un cordial saludo, y mejor sigo con lo mío, porque no puedo pasar otra noche como la de anoche...

goolian dijo...

Antes que nada Occam, que le sea leve y pueda sobrellevar sus contratiempos para poder pasar una Nochebuena tranquila !
Si bien coincido con su diferenciación entre las visiones lineal y progresista occidental y circular oriental, creo que existen matices.
El cristianismo católico actual habla poco y nada de la Parusía, dogma insoslayable de su teología, porque tal vez sea incómodo en el mundo moderno. Y ciertos budismos insisten en la venida del señor Maitreya, como avatar búdico que marcará el fin de los tiempos.
En realidad podriamos pensar al budismo como una estrategia para escapar del "eterno retorno" del ciclo karmático, mediante la supresión del deseo.
En Occidente se produce una gradual aparición del individuo como idea rectora. Empieza tímidamente en la antigua Grecia, alcanza una moral universal con el cristianismo y se erige como norma en el humanismo renacentista.

goolian dijo...

Pero la idea de que la naturaleza y también la historia humana, sean una secuencia ad infinitum de circulos y repeticiones, me sigue pareciendo desesperanzadora.
El arte no avanza, expande su universo, simplemente porque Miró no es mejor que los bisontes de Lascaux.
Pero la ciencia sí avanza. La astrofísica de Bohr es más completa que la de Newton y la teoría detras del acelerador de hadrones suizo más todavía.
Como subproducto del avance científico tenemos la tecnología. La gran mayoría de la misma que llega al mercado son derivados de investigación militar, que es donde van todos los presupuestos, pero a la larga tenemos mayor confort cotidiano.
La medicina ha avanzado mucho, "mi tatarabuela tuvo 14 hijos, pero perdió 5 en el parto", faltó decir a los simpáticos quebecoises.
Donde sí tengo dudas es en el campo social y por añadidura ético.
Quiero creer que sí, pero la Shoá e Hiroshima en el siglo pasado, me hacen dudar.

Podré parecer utópico, naive e ingenuo, pero creer que la humanidad avanza, aunque sea una parte de ella, es una pequeña fe que como ateo radical que soy; me permito.

Un saludo fraternal a usted ya todos los habitués de este espacio.

Occam dijo...

Goolian: Giorgio Locchi planteó una concepción esférica para el eterno retorno nietzschiano, por la cual en cada punto del presente se actualiza todo el pasado y se pone en perspectiva todo el futuro. Como una bola de billar puesta a rodar sobre un paño, en algún momento el mismo punto de la bola tocará el paño... ¡pero raramente tocará el mismo punto de la bola al mismo punto del paño! La concepción esférica viene a otorgar, en un contexto circular en que se desenvuelve la vida, una extraña diversidad aun en la semejanza.

Sobre las consecuencias deliberadas de la modernidad en la generación de nuevas desigualdades, en la exclusión estructural, la descomposición de los lazos sociales con un individualismo que en su exasperación está tomando rasgos monstruosos, etc., es uno de los temas rectores del libro "La Nueva Era de las Desigualdades", de Pierre Rosanvallon y Jean Fitoussi (ISBN: 987-500-007-8, Ed. Manatial, 1997), que he empezado a leer ayer, y que desde la izquierda francesa (por favor, no confundir con nuestros dinosaurios autodenominados ídem) intenta dar una respuesta a esa cuestión, agravada por la globalización, el individualismo, la "buena voluntad" como reemplazo a la voluntad política, la insuficiencia de los sistemas estadísticos generados en sociedades estratificadas de la década del '50, frente al opaco entramado actual, etc.

Lo curioso es que tanto izquierda como derecha coinciden en el diagnóstico: los problemas actuales no tienen origen en una deformación de la modernidad progresista, sino en el normal y óptimo cumplimiento de su programa.

Un cordial saludo, y muy feliz año.